RAPA NUI, Parte III


Ya estamos terminando este fascinante viaje por Rapa Nui (Isla de Pascua). Hemos vivido cómo llegar, dónde instalarnos, qué comer, dónde disfrutar de sus Moáis, encontrar lo místico y fabuloso de una noche estrellada sin luminosidad artificial, descansar y tomar el Sol en sus paradisiacas playas, pasar horas de buceo hasta que las manos se nos arrugan tanto como las de nuestras abuelas… están siendo unos días difíciles de olvidar. Entre tanto Moái, arqueología, simbolismos, estructuras, bailes locales, mercados… ¿dónde podemos encontrar algo que se parezca mínimamente hablando a la sociedad de la que venimos? Algo más cercano a nuestro tiempo lo encontrarás en Hanga Roa.

Vale la pena visitar sobre todo durante la Misa de los domingos, la Iglesia de Hanga Roa, ubicada en las calles Te Pito y  Tu ‘u Koihu. En el interior se encuentran intrincadas esculturas de madera que ilustran la adaptación de la cultura Rapa Nui al catolicismo.

En el artículo anterior visitamos también la caleta de pescadores que daba acceso a la playa de Pea. Un inciso es que se puede comprar pescado fresco, llevarlo a nuestro hotel y que ellos lo cocinen para ti. Sí, son así de serviciales y atentos para ser un hotel de 3 estrellas.

Al norte de la ciudad pasado el cementerio de Hanga Roa, se encuentra el complejo Ceremonial de Tahai. Sobre una pendiente de fácil acceso, los visitantes descubrirán varios Ahu restaurados, así como restos de viviendas casas-barco, en las cuales vivían las familias de los notables pascuenses. Lamentablemente sólo quedan las fundaciones de piedra y el empedrado del suelo con los agujeros hechos para soportar el armazón de madera.

Hay que saber distinguir el Ahu Vai Uri y sus cinco estatuas del Ahu de Tahai con su estatua única y el Ahu Ko Te Riku. Al norte sobre el Ahu Hanga Ki’oe se encuentra el Moái A Kapu. Muy cerca encontrareis el museo de Isla de Pascua, financiado inicialmente por Japón.

Museo Antropológico Sebastián Englert

Teléfono: 255-1020 - www.museorapanui.d


El museo expone algunos de los utensilios encontrados en la isla, una colección de antiguos anzuelos, el primer ojo de coral descubierto en Anakena y otras numerosas piezas valiosas, como el espléndido Moái Kava Kava. Así como la piedra con jeroglíficos de escritura pascuense (Rongo-rongo) aún no descifrada en la actualidad y que sigue siendo todo un misterio.


Después de visitar el museo, volveremos al hotel a comer y a descansar un poco. Esta tarde la tendremos libre para hacer lo que más nos haya gustado de los días que llevamos o simplemente recorreremos los hoteles cercanos o la zona en la que nos alojamos, conviene relajar los brazos de estar tantas horas sujetando la cámara de fotos. Hoy la dejaremos en el hotel y nos dedicaremos a pasear por la playa, montar a caballo, visitar alguna cueva con su linterna y sus botas de agua bien calzadas o simplemente cambiar opiniones con algún lugareño pascuense. Aunque sea por señas será divertido ver qué caras ponen ambos al intentar explicarse algo mutuamente.

Para el último día antes de volver a coger el avión a la civilización, nos reservamos algo digno para el recuerdo. Vamos a conocer y a visitar volcanes. No todos, pero sí saber cuáles son y luego ustedes desde su hotel desplazarse al más cercano o al más cautivador.


Existen cuatro volcanes en Pascua:

Mauga Terevaka: A 511 metros de altura con dos colinas el Maunga Puka y el Maunga Kuma presenta un interesante lago-cráter el Rano Aroi que es una reserva natural de agua dulce. Es un mirador perfecto para observar toda la isla de Pascua. Ideal para los amantes del jogging. Ni que decir tiene, que es una zona donde siempre sopla viento fresco.

Ranu Rakaru: Centenares de Moáis se encuentran en sus pendientes, censados 397 de los 900 Moáis que existen en toda la isla, por lo que tiene un gran valor arqueológico (1.000 al 1.680 d.c. se construyeron estas estatuas con piedra volcánica).

El Poike: Montaña erosionada al Este de Rapa Nui con 370 metros de altura presenta una estructura volcánica diferente del resto de la isla. La lava blanquecina es un tipo de traquita blanca con la que los artesanos tallaban los Moáis. Al norte tres cerritos en línea recta llamados Vai-a-heva, Tea-tea y Parehe. En su elevación más baja, Maunga-Parehe, fue donde los españoles al mando de Don Felipe González de Haedo levantaron en 1.770 d.c. las cristianas cruces en nombre de su majestad Católica. Veremos también petroglifos con forma de anzuelo y cinco Moáis de traquita blanca en el Ahu Kava Kava. En sus acantilados, las típicas cavernas de la isla.


Pero lo más interesante de este volcán lo encontraremos al Sur de la isla en el Maunga Vai-a-Heva. Existe una escultura gigantesca y tosca de tres metros de altura, con inmensa boca abierta, donde se deposita de forma permanente agua de lluvia. Dice una antigua leyenda que Vai-a-heva=agua mágica, que la inmersión en sus aguas daba la virtud de la eterna juventud o más al estilo moderno, la Fuente de la Eterna Juventud (Estudios realizados a finales del 2.012 revelan que especialistas de la escuela médica de Harvard desarrollaron un compuesto llamado rapamicina, a partir de la bacteria Streptomyces hygroscopicus descubierta en la Isla de Pascua, Chile, que parece ser capaz de revertir con éxito los daños que el envejecimiento provoca en el ADN).


Rano Kau: Al Suroeste; Tiene una altura de 324 m. sobre el nivel del mar y de acuerdo con estimaciones geológicas su origen se remonta a erupciones de unos 2,5 millones de años de antigüedad.
Su cráter mide 1,5 km. de diámetro y en su interior se encuentra una laguna de unos 250 metros de profundidad. En la laguna existen pequeñas islas de totora y abundante vegetación. En la parte superior del cráter existe una fractura conocida como Kari-Kari. Cerca del extremo Oeste del volcán está la Aldea Ceremonial de Orongo, conformada por 50 casas de piedra de forma elíptica que ofrecen una perfecta visión de los tres islotes que hay frente al Rano Kau. Esta aldea era habitada solamente en los días que precedían a la ceremonia del Hombre Pájaro o Tangata Manu que se celebró hasta finales del siglo XIX.


Hasta aquí llegó nuestro viaje. Creo que podría haber dado más de sí, quizá alguna entrega adicional pueda depararnos el futuro ¿verdad? Pero creo que también el encanto está en que ustedes, poderosos viajeros de la imaginación consigan disfrutar de este destino y opinen dentro de unos años en este artículo de cómo les fue.

Vean con qué alegría nos despedirán al coger el avión… ¿ni que estuvieran deseando que nos fuéramos, eh? Feliz retorno.